Tratar
de conocer lo mejor posible los hitos más destacados
y algunos de los nombres que sobresalieron en el inicio de
la Radioafición Argentina, creo que es casi una obligación
para quienes cultivamos este hermoso hobby-ciencia.
Con este criterio trataré de brindar en la presente
nota, un panorama general sin profundizar en cada uno de los
temas lo cual requeriría mucho más espacio.
Sin dudas la misma comenzó en muy pequeña escala,
fundamentalmente con experiencias de laboratorio que se realizaron
a fines del siglo XIX y principios del XX.
El eminente físico e ingeniero Teobaldo J. Ricaldoni
en su libro "Apuntes de Física", editado
en 1898, con texto aprobado por el Ministerio de Instrucción
Pública, por Decreto del 28 de Enero del mismo año,
detalla en la página 679 el "Telégrafo
sin hilos" de Marconi, "utilizando las vibraciones
de Hertz". El transmisor era una bobina de inducción
o carrete de Ruhmkorff con un explosor o chispero. El receptor,
un cohesor que hacía de detector y cerraba un circuito
local con una especie de relevador o sounder.
Ricaldoni verificó estas experiencias y hasta perfeccionó
el cohesor fabricando uno con limaduras de bismuto, aprovechando
su bajo punto de fusión y aspecto cristalino que facilita
la producción de contactos imperfectos.
A principios del siglo XX aparecieron los primeros radioaficionados
que experimentaban los últimos adelantos de la Física,
sus estaciones carecían de señal distintiva
oficial -faltaban algunos años todavía para
el otorgamiento de las primeras autorizaciones.
Por
ese entonces se denominaban estaciones experimentales y por
lo general adoptaban un nombre elegido por si mismos, a veces
el de la calle en que se encontraban ubicados.
Mario Pedro Arata (posteriormente LU9AL) a la sazón
experimental "Urania" se comunicó en 1907
con Teobaldo Ricaldoni, que estaba en su laboratorio del Colegio
Nacional, utilizando ambos, equipos similares de chispa y
cohesor, a una distancia de dos cuadras; la comunicación
se establecía en base a una serie de rayas y puntos
en intervalos de tiempo preestablecidos.
La Armada
fue la primera institución argentina en volcarse a
las telecomunicaciones sin hilos, en 1898 Ricaldoni construyó
una estación radiotelegráfica que emplazó
en el taller de Marina de la Dársena Norte, en Buenos
Aires.
Con el equipo de Ricaldoni se intercambiaron varios despachos
a una distancia de 50 kilómetros: la segunda estación
hallábase en el aviso Vigilante.
De los primeros operadores radiotelegrafistas, fueron los
hermanos Evers que ya en 1908 comenzaron a estudiar el código
Morse. Los comunicados que pudieron hacer para esa época
eran muy "locales" a pocos metros, utilizando la
famosa bobina de Ruhmkorff y un cohesor rudimentario.
Para la
misma época varios colegios hacían experiencias
de laboratorio con aparatos de telegrafía sin hilos:
el Colegio San José de la calle Azcuénaga 164,
de los hermanos Bayoeses, que instalaron una antena en el
mirador con la que realizó experiencias el Reverendo
Padre Lamane, profesor de física. El colegio Del Salvador
también tuvo su estación a cargo del padre Senra,
que usó el campanario para fijar un extremo de la antena.
Entre estos pioneros de la técnica radioeléctrica
figura el Ing. Teodoro Bellocq, que aplicando a la vida diaria
sus conocimientos de radio instaló una estación
completa en su casa de la Capital Federal, para comunicarse
con su casa de fin de semana ubicada en San Isidro.
El
Ing. Bellocq, respetuoso de las leyes y reglamentaciones que
por aquel entonces regían las comunicaciones inalámbricas,
(llamadas telegrafía sin hilos), solicitó autorización
pertinente al Gobierno Nacional, el que el 15 de Octubre de
1913 expidió el siguiente decreto:
"El
Vicepresidente de la Nación Argentina - DECRETA:
Art.
1º -Autorízase a D. Teodoro M. Bellocq, para establecer
dos estaciones corresponsales de radiotelegrafía, compuesta
cada una de aparatos transmisores y receptores y sus correspondientes
antenas, con las siguientes características; bobina
de inducción de 15 mm de chispa; montaje de ondín;
alcance máximo de 50 Km; longitud de onda 150 m; energía
máxima empleada 300 watts; recepción por inducción
por detectores electrolíticos y a cristales.
Art.
2º -Concédese esta autorización por el
término de seis meses, con la condición que
el uso de la misma no perturbará el funcionamiento
de las estaciones de servicio público y sin perjuicio
de la inspección oficial de los ensayos, cada vez que
se juzgue oportuno.
Art.
3º -Las estaciones de referencia se instalarán
en esta Capital, Boulevard Callao Nº 1600 y en San Isidro,
Quinta conocida con el nombre de "Valparaíso";
si para ello se contase con el correspondiente permiso de
los propietarios de dichos inmuebles.
Art.
4º -Comuníquese por nota a los Ministerios de
Guerra y Marina, publíquese, dése al Registro
Nacional, repónganse los sellos y archívese.
PLAZA Indalecio Gómez".
El
artículo 4º parecía señalar un exceso
de precaución con respecto a la defensa nacional, ya
que se daba intervención por nota a los ministerios
de Guerra y Marina.
Sin embargo,
resultó justificada, ya que pocos meses después
de expedido este decreto, se declaraba la primera guerra mundial.
Recién después de la finalización de
la misma, puede decirse que comienza la radiotelefonía
de aficionados en la Argentina. Hasta entonces los transmisores
eran de ondas amortiguadas cuya naturaleza no permitía
la modulación. Para esto era imprescindible que la
onda portadora fuera de amplitud constante, es decir sin decremento.
Los aparatos disponibles entonces producían una onda
en base a una descarga y no permitían efectuar transmisiones
radiotelefónicas. Las empresas comerciales de la época
ensayaron en primer lugar con alternadores de elevada frecuencia
como el de Tesla y Feseden. Otro grupo de investigadores encabezados
por Duddel y Pulsen llegaron a obtener oscilaciones de alta
frecuencia de amplitud constante utilizando las propiedades
del arco de carbón, que ardía en una atmósfera
de hidrógeno, usando para este fin alcohol que se dejaba
caer por gotas en una cámara en la que debido a la
elevada corriente en el arco, disminuída la temperatura,
se volatilizaba.
El circuito
transmisor con lámpara de arco constaba simplemente
de un condensador y una bobina conectada en serie y que a
su vez se colocaban en paralelo con el arco. El principio
de funcionamiento se basaba en que al aumentar la corriente
en el arco, disminuía la tensión en los terminales
del mismo, permitiendo la carga y descarga del condensador
mencionado, que combinada con la inductancia serie, mantenía
el arco y producía la descarga oscilante de alta frecuencia
conforme a los valores LC del circuito.
Era
fácil entonces acoplar a la inductancia una bobina
de antena para transferir esta energía al espacio.
La modulación se lograba colocando un micrófono
de carbón en serie con la antena o la toma de tierra.
Se modula entonces variando la resistencia del circuito igual
que un micrófono común en una línea telefónica,
aunque por supuesto con otra clase de corriente.
En
esta primera etapa de la Radioafición Argentina con
ondas amortiguadas se destacaron entre otros los hermanos
Evers, Federico Arlía y Juan Manuel Arechavala. Este
último ya transmitía en 1916 en radiotelefonía
por medio de chispa de alta frecuencia, llegando a comunicarse
con La Plata.
La
segunda etapa comienza con el advenimiento de la válvula
termoiónica, inventada por el Dr. Lee de Forest en
los EE.UU. y que Arechavala ya empleaba desde 1917. Para esa
época actuaban varios Radioaficionados entre los cuales
se recuerda a Martínez Seeber, Arlía, hermanos
Evers, Arévalo, Gómez, Aguirre, Mujica, Romero,
Guerrico, etc., con licencias concedidas por el Ministerio
de Marina que en aquel entonces ejercía el contralor
de las comunicaciones radiotelegráficas.
El
21 de Octubre de 1921 se reunió un calificado grupo
de Radioaficionados que en Asamblea realizada en el salón
de actos del Diario La Prensa, fundaron el Radio Club Argentino,
institución decana de la Radioafición Argentina.
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