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La telegrafía

HISTORIA DE LA TELEGRAFIA


Con la electricidad dominada, el hombre pudo comunicarse a la distancia, transmitiendo primero señales y luego su voz a través de los cables. Con el gran progreso experimentado en el conocimiento de la electricidad en el primer tercio del siglo XIX, empezaron a vislumbrarse nítidamente las posibilidades creativas que ésta encerraba, y así fueron aflorando rápidamente sus aplicaciones prácticas. La telegrafía, técnicamente más sencilla, fue la primera en aparecer, provocando una revolución de incalculables proyecciones. Cual un nuevo Hércules, el telégrafo sobrepasó, al nacer en 1837, todas las velocidades conocidas y anuló todas las leyes que regían el mundo de nuestros antepasados. Una generación asombrada, que había sido testigo de cómo algunos físicos construían pequeños aparatos para producir insignificantes descargas o "jugaban" con carretes, hilos, discos o imanes, vio como de pronto aquella invisible corriente eléctrica que quemaba las pestañas de los sabios, adquiría un poder casi sobrenatural y saltaba sobre ciudades, ríos, montañas, países enteros, transmitiendo a miles de kilómetros de distancia mensajes que por primera vez permitieron la comunicación simultánea de la hasta entonces aislada experiencia humana.


IDEAS DESCAMINADAS


La invención del telégrafo pudo haberse adelantado en cerca de un siglo, ya que desde hacía bastante tiempo existía la probabilidad de transmitir mensajes mediante electricidad. Paradojicamente, no fueron sólo las dificultades propiamente técnicas las que postergaron su aparición, sino que la falta de imaginación del hombre para comprender que la transmisión debía realizarse utilizando un código de señales. En 1753, apenas ocho años después de la invención de la botella de Leyden, una carta aparecida en el "Scott's Magazine" expresaba: " Quienes tienen alguna experiencia en electricidad saben que la energía eléctrica puede ser transportada de un lugar a otro por medio de conductores ". Y concluía luego de estas acertadas palabras con una insólita afirmación: " Tendamos, pues, horizontalmente, entre dos puntos determinados, una red de hilos metálicos, EN NUMERO IGUAL AL DE LAS LETRAS DEL ALFABETO, paralelos entre sí... " El mismo Ampere, con toda su genialidad, también cayó en el mismo error setenta años más tarde, al sostener que para el telégrafo eran necesarios "tantos hilos metálicos y tantas agujas magnéticas como letras hay". En 1812, Sommering llevó a la práctica un telégrafo eléctrico así concebido, el cual tenía no menos de 35 circuitos diferentes y transmitía el mensaje letra por letra, lo que se traducía en una lentitud exasperante que lo hizo desaparecer de escena con suma rapidez.


RAYAS Y PUNTOS


Dos descubrimientos de principios del siglo XIX contribuyeron decisivamente a la obtención del telégrafo. Uno fue el electroimán de 1825, y el otro, el "relé" de Morse, que permitió que circuitos independientes sucesivos transmitieran una señal a distancias indefinidas. El problema que parecía no haber encontrado una solución adecuada era el del código de señales, a pesar de que en 1796 Cavallo había propuesto uno muy similar al de Morse. Sin embargo, se seguía buscando con ahínco dar con un sistema telegráfico, y así fue como en 1831 Joseph Henry diseñó un primer telégrafo electromagnético que más adelante se combinó con el sistema de Morse. Entre sus innegables aciertos, el telégrafo de Henry tenía el grave inconveniente de ser accionado a base del tintineo de una campana, lo que producía un barullo insoportable. "COMO DIOS QUISO" fue el primer mensaje transmitido por Morse mediante su invento. Los experimentos realizados por él determinaron la implantación del telégrafo como medio de comunicación. La primera línea se instaló entre Washington y Baltimore En 1837, año de oro para la telegrafía alámbrica, cristalizaron todos los esfuerzos anteriores, y, a falta de uno, aparecieron simultáneamente tres sistemas telegráficos distintos, de los cuales uno solo iba a prevalecer. En Inglaterra, Cook y Wheatstone instalaron una línea de más de un kilómetro y medio de extensión a lo largo del ferrocarril de Londres a Camden Town y transmitieron mensajes utilizando una variante del dispositivo de aguja magnética de Ampère. Mientras tanto, en Alemania se inauguró ese mismo año el telégrafo Steinheil, que utilizaba también un solo hilo y empleaba dos imanes móviles para accionar un punzón que escribía de acuerdo con un código.


FALLO JUDICIAL


Trece hombres se disputaron la paternidad del invento. Pero todos los sistemas fueron opacados por el del norteamericano Samuel F. B. Morse, considerado unánimemente el verdadero inventor del telégrafo. Su método, el más simple de los tres, terminó por imponerse rotundamente. Excelente pintor paisajista y de retratos, Morse no era, ni con mucho, un físico. Sin embargo, desde muy joven fue poseedor de aquella curiosidad intuitiva que distingue al hombre de ciencia del común de los mortales. De cómo llegó a concebir su telégrafo dan testimonio sus mismas palabras: " Mi finalidad al principio, escribió, era la sencillez tanto de los medios como de los resultados. Me imaginaba un solo circuito procedente de cualquier generador eléctrico. Proyectaba un sistema consistente en rayas y puntos... " Rayas y puntos, ahí estaba la esencia del asunto y la solución definitiva del problema del código de señales. Para su primera máquina, Morse utilizó códigos-bloque que accionaban la clave del manipulador y la desconectaban conforme al más tarde célebre sistema "punto-raya".


SAMUEL MORSE


En una travesía entre París y Nueva York, en vapor, Morse inventó el telégrafo comercial haciendo el croquis en su carnet. Era un excelente pintor y dibujante. Tiempo después el código se convirtió en sonoro y fue sustituido luego, a su vez, por el código y la impresión automáticos actuales. Morse hizo la primera demostración de su aparato en septiembre de 1837 ayudado por Leonard Gale, quien con su vasta cultura científica suplió la falta de conocimientos técnicos del inventor. La prueba, consistente en transmitir un mensaje a una distancia de cinco kilómetros, alcanzó pleno éxito, pero la inauguración oficial del telégrafo debió esperar hasta 1844, a consecuencia de que Morse tuvo que dar una verdadera batalla para que el Congreso norteamericano accediera a concederle 30 mil dólares, suma necesaria para el tendido de una línea entre Washington y Baltimore. Por fin ésta fue colocada y el 24 de mayo de 1844 el inventor en persona la inauguró oficialmente transmitiendo a una dama amiga suya, estas famosas palabras tomadas de la Biblia: ¿Qué es lo que Dios ha creado? (Números, XXIII, 23.)


TELEGRAFIA SIN HILOS


El telégrafo se difundió rápidamente. Cuando se dispuso de gutapercha para el aislamiento de los cables, la transmisión a muy largas distancias fue una realidad. En 1850 fue tendido el primer cable telegráfico submarino entre Calais y Dover. Ocho años más tarde, Inglaterra y los EE.UU. aunaron sus esfuerzos para establecer el primer cable telegráfico transoceánico entre Terranova e centenares de kilómetros de línea en los dos primeros intentos frustrados que se hicieron Irlanda. Después de vencer muchas dificultades, entre ellas la pérdida de para tenderla, dos navíos, el barco inglés "Agamemnon" y el "Niágara", norteamericanos dieron feliz término a la obra en 1858, tras haber estado a punto de naufragar en las peligrosas tormentas que se desencadenaron durante la mayor parte de las operaciones. El descubrimiento de las ondas "hertzianas" en 1887, debido al joven físico alemán Rudolf Hertz estaba destinado a tener una enorme influencia sobre el telégrafo. Hertz comprobó que al producirse una chispa eléctrica se origina un movimiento vibratorio de carácter ondular en el "éter" que se propaga con la misma velocidad de la luz. Su hallazgo condujo inmediatamente a los experimentos orientados a la comunicación sin hilos. Sir Oliver Lodge en Inglaterra, y Popov, en Rusia, proyectaron en 1894 y 1895 respectivamente, los primeros sistemas de telegrafía inalámbrica pero quien en definitiva alcanzo el éxito, fue el joven y dinámico físico italiano Guglielmo Marconi. En 1895, Marconi transmitió señales a una distancia de más de 1.500 metros sin utilizar hilo, seis años más tarde, en 1901, hizo debutar oficialmente su invento transmitiendo las primeras señales transatlánticas de radio sin hilo de Poldhu (Inglaterra) a Saint Thomas (Terranova). La brillante aplicación hecha por Marconi de las ondas hertzianas a la telegrafía condujo a que su invento fuera adoptado en todo el mundo. El hábil ingeniero italiano que había hecho posible esta nueva maravilla fue distinguido con grandes honores, y, entre otras distinciones, compartió el Premio Nobel de Física con Carlos F. Brown en 1909.

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