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La más grande cacería cósmica
¿Estamos solos en el universo? Durante dos años, centenares de miles de voluntarios tratarán de encontrar respuesta al gran interrogante.
Creen los astrónomos que sólo en nuestra galaxia, la Vía Láctea, puede haber millones de planetas habitados por seres desarrollados a nuestro nivel, por lo menos, pero las distancias que nos separan son insalvables para las leyes físicas y biológicas a las que estamos sometidos.
Descartada la posibilidad práctica de un encuentro personal, la mejor alternativa para saber si tenemos compañía en el cosmos es rastrear los cielos en busca de señales de radio enviadas intencional o inadvertidamente desde otros mundos.
Los radiotelescopios son nuestros oídos en el universo. Pero aunque mayormente son usados para investigar cuerpos celestes a partir de las señales de radio que naturalmente emite su energía, varios de ellos en diferentes países vienen desarrollando programas de búsqueda de vida fuera del Sistema Solar.
El radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, el más grande y más sensible del mundo, tiene una antena secundaria que permanentemente recoge señales para uno de esos programas, el SERENDIP, que administra la Universidad de California en Berkeley (UCB) con el auspicio de la Institución SETI (Search for Extraterrestrial Intelligence, o Búsuqeda de Inteligencia Extraterrestre).
SERENDIP usa en Arecibo una supercomputadora capaz de cumplir 200.000 millones de instrucciones por segundo, con la que escucha 168 millones de canales simultáneos cada 1,7 segundos en busca de señales inteligentes llegadas del espacio.
Su trabajo en tiempo real es vasto, pero no deja de ser un rastrillo muy grueso porque sólo busca transmisiones anchas. Entre sus "dientes" queda sin analizar una enormidad de canales más angostos, que requerirían un peine fino.
Hasta hoy, ese sobrante de información se descartaba porque en los organismos vinculados con SETI no hay una supercomputadora capaz de analizarla en tiempo razonable.

SETI@home, la mayor supercomputadora

Los responsables de SETI se enfrentaron a un desafío. Por un lado tenían una masa de datos valiosísimos que iban a la basura por falta de capacidad de procesamiento, y por otro una gigantesca capacidad de cómputo ociosa representada por los millones y millones de computadoras personales que, como la suya o las nuestras, dilapidan electricidad y potencia mientras corren protectores de pantalla en sus tiempos muertos.
Si esa masa de datos fuera cortada en pequeños trozos y entregada a los voluntarios del mundo que quisieran donar tiempo libre de sus máquinas para procesarla con un protector de pantalla, ahí se tendría la mayor supercomputadora jamás construida.
La soñaron y la tuvieron. Se llama SETI@home.
El 17 de mayo de 1999 comenzaron a lanzar esta cruzada para buscar vida extraterrestre en casa, al principio con gran cautela para evitar el impacto informático impredecible de una gran demanda.
Superados los problemas iniciales por una oferta de voluntarios que sobrepasó largamente las expectativas, en la segunda mitad de junio el mayor proyecto de computación cooperativa jamás encarado a escala mundial comienza a despegar.

¿Qué buscamos?

Sostienen los expertos que, si los terrestres procuráramos contacto radial con algún vecino del cosmos, concentraríamos toda la energía de nuestros transmisores en una señal extremadamente delgada pero de gran potencia. Y suponen que si así haríamos nosotros, también lo harían nuestros vecinos.
Eso es lo que buscamos: señales de radio muy angostas (hasta 0,07 Hz). Tan delgadas que unas 285.000 de ellas ocuparían el ancho de una radio comercial de AM.
Pero, además, esas señales deberían tener signos de que provienen de una emisión intencional y no son resultado de procesos naturales del universo. Si la señal contuviera pulsaciones rítmicas constantes lo más probable es que se trate de una estrella, pero si el ritmo fuera inconstante y se repitiera cíclicamente, tal vez podría revelar una inteligencia detrás.

¿Dónde buscamos?

Pese a que el espectro radioeléctrico (el dial de radio más completo posible) es considerablemente extenso, los científicos seleccionaron una angosta franja como el callejón donde creen más probable que pudiera aparecer una señal extraterrestre.
Para delimitarlo se atuvieron a razones prácticas y también simbólicas. La parte baja del dial, que ocupan las emisoras de AM, onda corta, FM, televisión y telefonía celular, está muy afectada por ruido proveniente de la galaxia. La parte alta, usada por radares y satélites, es castigada por interferencias atmosféricas.
Entre una y otra barrera, los expertos identificaron una zona relativamente angosta y muy tranquila entre la frecuencia en que oscilan los átomos de hidrógeno (1.420 megahertz, o 1,42 gigahertz) y de hidroxil (1.640 megahertz, o 1,64 gigahertz), precisamente los componentes del agua, elemento básico para la vida. La llaman "el oasis".