Luis abrió los ojos poco a poco cegado
por el sol que entraba por la ventana del cuarto. Un sol brillante y fuerte
que deslumbraba aunque ya era mediados de noviembre. Lentamente deslizó
la mano sobre la sábana buscando a Eva, pero como siempre esta ya
no estaba. Su boca dibujó una media sonrisa, satisfecha y a la vez
dolorida. Le ardían los labios por el incesante trabajo de la boca
sobre todo el cuerpo de su amante, especialmente sobre los pezones redondos,
grandes, color rosa oscuro y la polla erecta y dura que hacía las
delicias de ambos.
Solo de pensar de nuevo en Eva, Luis tuvo
una erección. Como siempre, una erección fuerte y grande,
que elevaba su polla hasta el ombligo, como le gustaba a su bella transexual.
Además sintió un dolorcito familiar en los pezones, señal
inequívoca de que estaban bien erectos.
Luis estaba cambiando, de eso no había
duda. Desde que conocía a Eva, y especialmente desde que durante
las largas sesiones de amor Luis bebía toda la leche que su amada
podía darle, tanto de las tetas firmes y generosas como del pollón
enhiesto que surgía entre sus largas piernas, él estaba cambiando:
sin perder la masculinidad que había conquistado a Eva, Luis sentía
su piel más suave y sensible, y especialmente los pezones mucho
más receptivos.
Tanto, que la última noche había
eyaculado como un salvaje en la boca de la joven sólo porque ella
le acariciaba los pezones de esa manera tan sensual en la que ella era
experta y que a él le hacía perder el sentido.
La última noche... La erección
de Luis alcanzó extremos de dureza difíciles de imaginar.
La cama todavía olía a Eva, a su perfume, a su cuerpo...
aunque sin duda había salido como siempre mientras él dormía.
Eva, de cuerpo escultural, firme y maleable
a la vez, femenino como una Venus, alta y esbelta, con una larga melena
rubia, grandes ojos verdes, piel dorada, pechos firmes y redondeados, vientre
suave y liso... y una polla adorable que se mamaba como una fuente inagotable
de licor denso y tibio...
Eva, la mujer que lo volvía loco y
con la que deseaba pasar el resto de sus días, amándola en
la forma en la que ambos se volvían animales, dejando a un lado
cualquier tipo de inhibición, como había pasado la última
noche.
La última noche... Eva llegó
como siempre, de improviso, colándose sin avisar, sin mediar explicación.
Sorprendió a Luis en la cocina, ante un enorme bote de helado de
chocolate. Sin decir palabra y tras sonreir a su hombre, se fue despojando
lentamente de su ropa, quedándose sólo con los tacones de
12cm que tanto excitaban a Luis, medias y liguero negros y un sujetador
del mismo color, de encaje, al que se le habían practicado agujeros
para permitir salir a los pezones.
Tan en silencio como pudo, Eva, sin bragas,
comenzó a acariciar su polla lentamente mojando sus manos con su
propia saliva. Sabía que a Luis le excitaba enormemente ver sobresalir
su aparato por entre los tirantes del liguero, y Eva, mirándolo
fijamente, se aplico a conciencia hasta lograr una buena erección.
En la habitación solo se oía su respiración entrecortada,
los lametazos de Luis a la cuchara y el chasquido que producía su
propia mano al masturbarse.
Para entonces sus pezones sobresalían
claramente por los agujeros practicados en la copa del sujetador y sus
labios, pintados de un rojo intenso, brillaban por la saliva que rezumaba
de la boca por la excitación que la invadía.
Sólo entonces, bien erecta, Eva se
presentó ante Luis:
- Hola cariño, ¿te gustaría
comer algo más caliente que ese helado?, le preguntó maliciosamente.
Él, sin decir palabra, se levantó
lentamente de la mesa y fue hacia ella, agachándose y abriendo los
labios todavía manchados del helado para abrazar con su boca ansiosa
el pollón erecto de su amante. Eva se estremeció al contacto
frío de los labios helados de Luis sobre su polla, pero eso no hizo
mas que excitarla todavía más. Luis estaba de rodillas ante
ella y apretaba su culo hacia su cara, como para devorar la polla ardiente
con sus fríos labios.
Lentamente Luis deshizo el beso, y subió
por el vientre de Eva hacia las tetas lamiendo suavemente con la lengua
todo el recorrido. Al mismo tiempo, una de sus manos se introdujo en el
bote de helado y agarró un buen puñado, que comenzó
a aplicar sobre el culo redondo, suave y firme de la transexual que. al
borde del colapso y gruñendo de placer, se agarraba a él
con todas sus fuerzas, haciendo que las pollas de ambos se rozasen.
Luis introdujo un dedo lleno de helado en
el ano de Eva, quien se estremeció rozando el orgasmo, pero Luis
apretaba firmemente la base de la polla de ella para evitar que eyaculara.
Luis movía el dedo dentro de la chica a la que, lentamente, fue
haciéndola darse la vuelta, hasta quedar a cuatro patas frente a
él. La visión de las tetas de Eva colgando de su cuerpo y
de su polla firme y enhiesta casi hacen enloquecer a Luis, quien, de un
golpe y sin avisar metió toda su polla por el esfinter de la chica.
Esta, sorprendida por la brutal acometida,
aulló como una perra en celo, mientras Luis seguía apretando
la polla de la transexual para prolongar su placer y evitar que eyaculara.
Pasado el primer momento, cuando ceso el aullido
de Eva, Luis comenzó a moverse lentamente, mientras acariciaba las
duras tetas y la no menos dura polla de su amante.
Eva se movía al compás que le
marcaba el macho, la boca abierta, los ojos cerrados, concentrada en sí
misma, en la polla que la taladraba, en las oleadas de placer que subían
desde su polla y sus pezones, abandonándose completamente.
Eva comenzaba a arquearse, a punto de eyacular,
pero Luis todavía no quería que esto ocurriera. Se retiró,
y pese a las protestas de Eva, la tomo en sus brazos la acostó despacio
sobre la mesa de la cocina y con fruición, con deseo, con avaricia,
empezó a lamerle los pezones. Al momento, de los pezones de Eva
comenzó a manar leche dulce y espesa que Luis bebió con fruición.
Eva empezó a dejar escapar gemidos de placer, mientras agarraba
la polla de Luis y le masturbaba lentamente.
Luis seguía ordeñando a Eva,
quien empezó a moverse sobre la mesa y a gritar con mayor intensidad.
Entonces Luis, tomando un plátano del frutero lo peló y lentamente
comenzó a introducirlo por el ano de Eva.
Cuando solo sobresalía la parte inferior
y Eva se contoneaba como una posesa, Luis aplicó la boca al agujero
de su amante, y comenzó a sorber el plátano, extrayéndolo
del ano lenta y suavemente, mientras masturbaba fuertemente, salvajemente
la polla de ella.
Eva se corrió. De golpe, en espasmos,
inundando de semen la mesa y el suelo, el pecho de Luis. Éste, sin
ninguna consideración, la levantó y la volvió de cara
contra la mesa para que lamiera su propio semen que había llenado
la superficie de madera. Mientras Eva lamía golosamente, inclinada
sobre la mesa, Luis la penetró otra vez y al mismo tiempo, empezó
masturbarla de nuevo.
Cuando Eva se movía acompasadamente
a punto de eyacular de nuevo, Luis retiro su polla del interior de su amante.
Eva se puso entonces de pie y siguió masturbándose salvajemente,
estirando su pollón, retorciéndolo en sus manos manchadas
de semen... hasta que no pudo más y eyaculó de nuevo, esta
vez en la mano de Luis quien mantuvo los movimientos de succión
sobre la polla de Eva hasta que no manó más leche seminal.
Luis aplicó su mano llena del jugo
de Eva sobre los labios de ésta, quien lamió y bebió
su propia leche. Agotada, se dejó caer en los brazos de Luis, besándolo
apasionadamente.
Luis seguía acariciando las tetas de
Eva, manteniendo los pezones bien erectos. A pesar del agotamiento, Eva
comenzó a responder a las caricias, y esta vez, no dio pie a Luis
a continuar y tomó la iniciativa. Mientras su polla se alzaba por
tercera vez, tomó la de Luis entre sus manos y comenzó a
masturbarlo violentamente, mientras obligaba a los labios de Luis a succionar
sus pezones. La leche manó de nuevo de las tetas de Eva, quien todavía
aumentó el ritmo sobre la polla de su hombre. Por su parte, Luis
mamaba todavía con más fuerza, cada vez más excitado
por el sabor dulce y espeso mezclado con el tinte más amargo de
la piel de los pezones, suave y firme.
De pronto, Luis se corrió. Un verdadero
río de semen salió de su polla manchando las manos, vientre
y pecho de Eva, llegando hasta la bella cara de la mujer. Esta se separó
y empezó a lamer cada gota de semen que encontró sobre el
cuerpo de su amante. Mientras hacía esto, Luis la masturbaba de
nuevo dulcemente. Cuando el pollón de Eva estuvo bien duro otra
vez, Luis la tumbó boca arriba, y mientras seguía masturbando
a su amante, untó su propia polla con abundante aceite de oliva
de la aceitera y esta vez tiernamente, la penetró.
Eva, tumbada encima de la mesa, tenia levantadas
sus piernas a la altura de los hombros de Luis para facilitar a este su
penetración. Los cuerpos de ambos amantes se movían al mismo
compás y mientras Luis follaba lenta y metódicamente a Eva,
esta veía crecer su propio pene bajo las caricias de las expertas
manos de Luis, manos que tan pronto acariciaban el pene o los testiculos
de la bella transexual como pellizcaban los duros pezones de su hermoso
pecho.
Al poco, gritando de placer, Eva eyaculó
de nuevo, e instantes después, Luis lo hizo dentro de su amante,
rellenándola con su ardiente semilla.
Luis se derrumbó sobre Eva que, exahusta
no hacia mas que gemir y jadear buscando aire y dejando que su hombre,
presa de una intensa excitación, lamiese sus pezones, acariciase
su polla, la besase... en definitiva la comiese entera sin salir de ella.
Hasta que la verga de Luis no se relajo dentro
del culo de Eva, ambos no deshicieron el abrazo. Una vez que esto ocurrió
los dos amantes tomados de la mano fueron a la cama donde, agotados, se
durmieron...
La última noche... la noche anterior,
pero no la última. Luis se levantó y fue hacia el baño,
donde encontró el regalo que su princesa le dejaba casi siempre.
Un vaso lleno de su propia leche, de sus propias tetas, mezclada con el
semen que ella misma había extraido antes de marchar.
Luis lo bebió con avidez, e inmediatamente,
eyaculó. Quedó de pie, frente al espejo, con los labios llenos
de la leche de su amante, feliz, pensativo, pensando en la noche próxima,
cuando Eva volviese para amarle de la manera salvaje que solo ella sabía.
Por Eva.