CUAN GRITAN ESOS MALDITOS

 

 

¿Nos escuchan otras civilizaciones

desde el espacio?

¿Qué piensan de nosotros?

¿Qué opinión les merecemos?

 

Por: FRANCISCO VICENTE DE LA CRUZ

 

 

         ¡Cuán gritan esos malditos... !

         Así comienza la inmortal obra del Tenorio, escrita por el no menos inmortal poeta José Zorrilla.

         ¡Cuán gritan esos malditos...! Diría un hipotético personaje que nos observase desde fuera de nuestro planeta, más aún, desde fuera de nuestro sistema solar o incluso desde fuera de nuestra galaxia.

         ¿Tanto ruido hacemos como para ello?

         ¿Cuál ha sido el ruido jamás producido en la tierra que pueda ser escuchado más allá de nuestro planeta?

         La caída de un rayo es cosa relativamente frecuente que todos hemos experimentado alguna vez más o menos cerca cuando hay tormenta; produce un enorme estruendo, pero  no llega a escucharse más allá de unos kilómetros. La caída sobre la tierra de algún meteorito de considerable tamaño, al liberar tan enorme cantidad de energía, seguro que ha producido un ruido mucho más considerable aún. Afortunadamente, esto ha sucedido en la tierra en muy contadas ocasiones e incluso de alguna de ellas no se tiene constancia histórica, solamente hipotética. La explosión de un volcán puede ser más frecuente, y también causa enormes ruidos. La explosión del volcán Karakatoa, al norte de la isla de Java, en Indonesia, fue escuchada por unos pescadores portugueses a más de cuatrocientos kilómetros de distancia. Evidentemente fue una explosión fortísima que hizo volar toda una isla en pocos minutos.

         El propio Big-Ban, o gran explosión a partir de la cual, según la teoría de la formación del universo, se formó la propia tierra, sería el ruido mayor producido, a no ser que, al menos en teoría, este debió ser silencioso, pues una de las premisas para que un sonido se propague, es inexcusablemente que exista aire o algún elemento conductor del sonido. Tal vez los gases sirviesen de elemento conductor y este ruido llegase a los confines del universo. De cualquier manera no lo sabemos a ciencia cierta.

         Si nos ceñimos a lo que comúnmente conocemos como ruido, y producidos en la actualidad, es evidente que los que nosotros escuchamos aquí no pueden ser escuchados fuera de nuestra atmósfera por lo referido anteriormente de falta de aire conductor.

         Pero no podemos tener en cuenta solamente los ruidos habitualmente conocidos. Existen otros muchos ruidos en los que no pensamos y esos sí que traspasan los límites de nuestro planeta y pueden ser escuchados por esos seres que pudiesen habitar muy lejos de nosotros. Son ruidos que se propagan en el vacío y en el espacio interestelar. Ruidos que llegan mucho más lejos de donde somos capaces de imaginar.

Como ruido se define en física toda señal, acústica o electrónica, formada por una mezcla aleatoria de longitudes de onda. Debemos incluir, por tanto, como ruido las señales electromagnéticas u ondas de radio. En el caso que nos ocupa podemos definir como ruido toda aquella señal audible por el oído humano o señales radioeléctricas detectables con aparatos electrónicos que denotan nuestra presencia en la tierra.

         Como ejemplo de aparato detector y transmisor de señales fuera de nuestra tierra, el mayor radiotelescopio del mundo, el de Arecibo (Puerto Rico).

         Construido en una hondonada natural, la parábola de su antena tiene trescientos cinco metros de diámetro. Es capaz de recibir señales de radio desde más allá de los confines del universo conocido, pero... también de transmitirlas. Una de sus funciones es esa, precisamente. Enviar señales de radio en diversas direcciones del espacio para hacer notar nuestra presencia a cualquier clase de vida inteligente que hubiese en cualquier parte del universo  y escuchar su respuesta si ésta tuviese lugar.

         Pero no sólo este y otros radiotelescopios y estaciones de radio envían señales fuera de nuestra tierra.

         Verdaderamente hacemos mucho ruido y se nos escucha muy lejos. Mucho más lejos de lo que pensamos.

         Emisoras de radio y televisión. Señales de telemando que guían, controlan y comunican con naves, estaciones e ingenios espaciales, tripuladas o no. Señales de radio que sin querer o sin saber estamos lanzando de forma continuada hacia el espacio, llegan mucho más lejos de lo que nos parece.

         Teléfonos móviles y las estaciones fijas que sirven de enlace entre estos. Estaciones fijas y móviles de comunicaciones industriales, profesionales y de aficionados de todo tipo etc... etc.

         Muchos radioaficionados, entre los que me cuento, dirigen sus antenas hacia la luna para mandar a ésta sus señales para, utilizándola como espejo reflector, volver a escuchar sus ecos de nuevo en la tierra. De esta manera, con unas emisoras que con antenas normales sus señales terrestres llegarían sólo unos kilómetros más allá del horizonte, con unas antenas altamente directivas son capaces de llegar a la luna, reflejar sus señales en ella, y ser escuchadas y poder establecer comunicación con otras estaciones situadas en toda la parte de la tierra que en ese momento se vea desde nuestro satélite.

         Señales de enlace enviadas desde tierra a los satélites de televisión, que sobrepasan con mucho la distancia hasta éstos y siguen viajando por el espacio. Las señales de retorno de éstos hacia tierra que se difunden en todas direcciones y llegan a lugares que ni siquiera sospechamos.

         Todo esto y mucho más, forma parte del ruido que enviamos día y noche, día tras día continuamente al espacio.

Aún no se ha recibido ni una sola señal del espacio extraterrestre presuntamente emitida por otros seres inteligentes que puedan habitar otros mundos y que pueda confirmar su presencia. Gigantescos ordenadores están continuamente analizando y tratando de descifrarlas entre el ruido espacial recibido en las antenas de los grandes radiotelescopios.

         Si hay otras civilizaciones, y su grado de desarrollo es similar al nuestro, nuestras señales pueden haber sido captadas y un día nos puede llegar su respuesta. Tal vez ellos estén a varios años, e incluso cientos o miles de años luz de nosotros y las señales de radio se propagan a la velocidad de ésta, por lo tanto su viaje de ida y el retorno de su respuesta pueden tardar muchos miles de años en llegar.

         Si hipotéticamente escuchasen nuestras emisiones de radio y viesen las de televisión, ¿Qué pensarían de nosotros? ¿Mereceríamos una respuesta por su parte? ¿Qué pensarían de nosotros y de nuestros problemas? ¿Nos considerarían ellos como seres inteligentes al ver y escuchar cómo nos peleamos por cuestiones de raza, religión o modo de pensar? ¿Considerarían ellos que es propio de un ser inteligente el pelearse  y matarse por la situación de una frontera o por un trozo de terreno que sólo vamos a poder poseer o disfrutar durante el corto plazo de tiempo que dura nuestra existencia? ¿Cómo pensarían ellos al escuchar que aquí en la tierra nos matamos por pensar de distinta manera que otro semejante? ¿Qué dirían del reparto de los recursos y de las desigualdades de riqueza entre países? ¿Verían lógico que contaminásemos y volviésemos poco a poco inhabitable nuestra casa común?

Evidentemente al otro lado del receptor de radio o de televisión desde el que hipotéticamente nos escuchasen o viesen otros seres más inteligentes que nosotros, esto parecería un patio de vecinos peleándose unos con otros y tirándose los trastos a la cabeza. ¿Saludaríamos nosotros en un caso como este al pasar por delante a los que están enzarzados en la pelea? ¿No sería lo más lógico seguir a lo nuestro sin tratar de inmiscuirnos en sus problemas? ¿No estarán pasando de nosotros porque ya no tengamos remedio?

         Quizá sea esto lo que estén haciendo al otro lado del receptor otras civilizaciones mientras siguen viendo cómo aquí, en la tierra, estamos tratando de enviar mensajes fuera a ver quién nos los escucha y nos contesta. Quizá sea que entre tanto ruido... tampoco sepan ellos qué es lo que queremos. Quizás quizás... ya no tengamos ni siquiera interés para ellos.

         Tal vez nuestro hipotético observador tome el mando de su aparato y cambie el canal de su televisor para tratar de ver otra cosa más interesante.

         ¡Cuan gritan esos malditos...! sigue siendo válido hoy más que cuando Zorrilla escribió El Tenorio.

 

 

                                               Francisco Vicente de la Cruz